Nueva política de izquierda: a la uruguaya y a la salteña.

columnista1(Escribe Dr. Juan Romero). En nota anterior planteábamos la necesidad de comenzar a replantear la forma de hacer política desde la izquierda nacional, teniendo presente las transformaciones socioproductivas globales, continentales y nacionales de las últimas décadas. Para lo cual sostenemos la necesidad de conocer para transformar y no para dominar, pero también se debe tener presente las recientes experiencias tanto en Europa como en nuestro continente siendo especialmente Brasil el más visible de la relación entre los partidos de izquierda y los movimientos sociales en la construcción del poder. Sucede que cuando se accede al poder del estado se plantean visiones de cómo ejercer el mismo, especialmente con los movimientos sociales, algunas consideran que desde el aparato estatal se construirán los cambios, otros enfoques consideran el generar espacios para que dichos movimientos sean partícipes de los mismos e inclusive algunos miradas paternalistas sobre el papel estatal. Estas diferentes miradas han generado problemas de relacionamiento entre los partidos y los movimientos, lo que no podría ser resuelto optando de forma excluyente por la política electoral o por el desarrollo de organizaciones sociales autónomas. La estrategia adecuada implica la comprensión de la compleja relación entre las dos formas organizativas y el diseño de instituciones mediante las cuales se pueda lograr un mayor equilibrio, combinando las dos formas para alcanzar el máximo impacto. Para concebir posibles combinaciones es necesario plantear una distinción entre dos acepciones del poder. Por un lado, algunos plantean el poder entendido como dominación sobre tales movimientos y como asimetría entre quienes tienen el poder y aquel sobre los que el poder se ejerce. Para otros (entre quienes me incluyo), el poder se lo entiende como capacidad de transformación. Históricamente, tanto partidos como sectores de la izquierda latinoamericana han actuado en base a una versión paternalista del poder como dominación. Sus estrategias se han basado en ganar el poder para gobernar y luego dirigir el aparato del Estado para dar satisfacción a lo que ellos identifican como necesidades sociales. Llevado al plano local inclusive, se ha gobernado desde esta visión lo que ha implicado políticas y hasta actuaciones personales en las cuales el estado pasa a ser considerado elemento central para satisfacción de las demandas sociales. La noción de poder como capacidad transformadora surgió de la frustración generalizada en torno al poder como dominación ejercida por los partidos de la izquierda tradicional. La característica distintiva de las rebeliones de los años 60 y 70 fue que los ciudadanos decidieron apropiarse del poder sin intermediarios, descubriendo por medio de la acción colectiva que tenían capacidades propias y no limitadas a ejercer presión sobre el partido de gobierno como estrategia de cambio político y social. La capacidad transformadora trascendía a la representación como el foco principal o único de la política radical (Wainwright, H: 2016). La distinción entre las dos formas de poder es central para reconocer las nuevas formas organizativas que están surgiendo hoy. En un momento en que los antiguos métodos de organización y movilización (tales como la acción sindical de masas) resultan insuficientes para responder a los nuevos desafíos, esta distinción nos ayuda a centrarnos en las formas más apropiadas de organización en un contexto de extrema fragmentación, precariedad y dispersión de los trabajadores. Ante lo cual, consideramos en tal contexto como uno de los ejes centrales a desarrollar desde la fuerza política la generación de espacios de intercambio, debate y construcción conjunta de agenda en perspectiva con los movimientos sociales de los trabajadores, estudiantes, pequeños y medianos comerciantes, productores agropecuarios, de servicios, vecinos y ciudadanos dispuestos a trabajar por el bien común y la felicidad pública. Por último, esta construcción de agenda con los movimientos sociales desde la izquierda local no tendrá de nuestra parte una visión paternalista ni de dominar porque se es gobierno, sino todo lo contrario de articulación de esfuerzos y promoción de capacidades para construir participativamente desde el espacio social que se ocupa la transformación de la vida cotidiana hacia una vida más justa, teniendo presente los principios artiguistas que los más infelices serán los más privilegiados. Hasta la próxima.