(Escribe Yamandú Olivera). En la tarde-noche de este veinte de Mayo miles de uruguayos estaremos marchando por las calles de ciudades, pueblos y villas, como lo venimos realizando desde hace 22 años.
La Marcha del Silencio se ha transformado en referencia ineludible de la dignidad del país, pero que a su vez el reclamo de Verdad y Justicia siga tan vigente como hace 22 años es una muestra terrible de un fracaso que como sociedad debemos asumir y hacernos cargo. La impunidad como responsabilidad del Estado ayer y hoy no es simplemente un slogan que ayude a la convocatoria de la Marcha, si no que es la descripción de una realidad que nos tiene que interpelar hasta la fibra más íntima, porque si no nos conmueve que una madre siga buscando a su hijo desaparecido por la acción de una horda de criminales al frente del Estado, no nos conmueve nada.
Un pueblo debe mirar su pasado para proyectarse hacia el futuro. Pero no podemos pensar en el mañana si seguimos transitando las mismas calles con aquellos que secuestraron bebés, violaron, torturaron, asesinaron y desaparecieron uruguayos que cometieron el terrible pecado de querer un mundo menos injusto. Porque es una mentira que haya existido una guerra, así como es una grave ofensa intelectual sostener que existieron dos demonios. Acá el responsable fue el Estado, copado por un gobierno ilegal, ilegítimo y criminal que llevó adelante una campaña sistemática de persecución y de eliminación de sus opositores, para introducir a fuego y sangre un proyecto político y económico que no podía concitar ningún apoyo popular. Los civiles y militares que llevaron adelante ese proyecto que marcó a nuestro país y que al día de hoy sigue generando resultados nefastos tienen que rendir de una vez las cuentas pendientes que tienen con la Justicia y el pueblo uruguayo. La impunidad de hoy es hija de la impunidad de ayer. Es verdad que las heridas tienen que ser cerradas, pero esto va a pasar únicamente cuando los responsables civiles y militares tengan la dignidad humana de decirnos la verdad, y cuando paguen sus responsabilidades en una cárcel común, como cualquier ciudadano.
En los últimos doce años hemos visto como los gobiernos frenteamplistas han acompañado muy tímidamente estas consignas, pero ni esas acciones son suficientes. En esta causa tenemos que comprometernos con alma y vida, y no podemos tolerar cortapisas que impiden encontrarnos con la verdad. Porque no vamos a descansar hasta que se haga justicia. Porque a los culpables de tanto dolor les va a pasar lo mismo que a los nazis: a donde vayan los iremos a buscar. Porque ni olvidamos ni perdonamos.
Porque los desaparecidos forman parte nuestra vamos a seguir levantando sus banderas y luchando por sus ideas, y no vamos a descansar hasta que se encuentre la verdad y se haga justicia. Y esto lo vamos a hacer juntos, todos nosotros. Los hijos y los nietos de los obreros que nunca pudieron matar.
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