El espectáculo sugiere, cuenta, acaricia historias. El enorme creador Rubén Olivera invita a compartir su propia memoria con sus compañeros de vida.
Memoria para armar entrelaza voces de actores, músicos, poetas y distintos protagonistas de aquellos años. Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Luisa Cuesta y hasta el infame José Nino Gavazzo. Como para no olvidar, como para recordar aquello que cantaba Charly que los amigos del barrio pueden desaparecer, los cantores de radio pueden desaparecer, la persona que amas puede desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer.
El humor emerge Numita, el gran Numa Moraes y también con la creativa forma de un personaje imaginario que se desdobla del propio Olivera, que tiene la responsabilidad de casi cerrar el espectáculo, luego de nudos de emoción en el alma y más y más belleza poética que el espectador pueda imaginar.
Las proyecciones recrean vidas a través del arte de Walter Tournier y Eloy Yerle y la palabra emerge noble desde los timbres ya entrañables de Héctor Guido, en poema Ilyá Ehremburg; Elsa Cancela y El fondo de su casa; Eduardo Nogareda, Máquinas; Gustavo Wojciechowski en fragmentos de La Casa; Circe Maia, La pared mal encalada; idea Vilariño, fragmento de su poema El ojo; Francisco Paco Espínola, fragmento de El hombre pálido; Rubén Castillo, en fragmento de Llanto, por Ignacio Sánchez Mejías (Federico García Lorca); Susana Maisonnave en poema de Ada Margaret Burgueño; Rafael Courtoisie en su poema La memoria del bosque.
En Memoria para armar, Rubén Olivera interpreta una de las canciones más bonitas del mundo, de nuestras vidas y todas las que se hayan conocido. Él, con un hilito de voz, le susurra a su hermano desaparecido que se olvida que cada tanto lo viene a visitar y que sabe, está seguro que él entiende “cuando una parte mía busca la alegría y la otra no sabe qué hacer, hoy somos tus sobrevivientes que a veces te sienten volver”. Ciertamente, hablar desde el alma no es para cualquiera. Menos aún con esa increíble dulzura poética. “Es preferible que te quedes así podremos descansar, ya que los dos ahora sabemos a qué se llama soledad”.
Rubén Olivera es un constructor de esperanza, eso lo sabe el Uruguay todo desde que en aliento de murga y a marcha camión nos recordó que el corazón no quiere entonar más retiradas, y con sus sonidos y silencios y grumos interiores, nos ayuda a comprender que es preferible que te quedes y nos visites y que es imposible de olvidar.
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